miércoles, 28 de septiembre de 2011

Sobre huevos y pollos

 

Hace ya muchos años que la Pollería/Huevería Consuelo cerró para siempre la persiana. Pero tanto el local, reconvertido en vivienda, como la fachada se conservan estupendamente. Ya nadie comprará muslos, pechugas, patas, hígado o huevos fresquísimos. Queda en mi memoria infantil vagos recuerdos de esta antigua pollería dónde los dependientes troceaban las aves en tu presencia. Nos é, creo que antes el arroz con pollo sabía mucho mejor y los huevos fritos con chorizo me parecían un manjar de dioses. Las grandes superficies nos venden la carne de pollo cortada e incluso guisada de muy diversas formas. Pero para degustar un buen pollo hay que rascarse el bolsillo con animales de granja, ecológicos y otros adjetivos que pretenden ennoblecerles y encarecerles.

Se me olvidada comentar que en mi adolescencia conocí a una persona que trabajó durante unos meses en una granja de pollos. Había estudiado una Ingeniería Química y no sé porque regla de tres terminó emplumado hasta las cejas. No era lo suyo y acabó en una enseñanza que todavía no conocía los recortes.
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