jueves, 24 de junio de 2010

Antiguos amantes

Con el tiempo se reencontraron y se amaron. Difícilmente se repite la magia de la primera vez. Las segundas partes suelen ser demasiado atormentadas y descafeinadas. El resentimiento prima sobre el deseo. El escepticismo y el desencanto no se diluyen con un beso o con un revolcón. La sensación de sentirse traicionado no desaparece con un orgasmo.
Los cuerpos cambian y las fuerzas merman. Eran los mismos, pero habían sucedido demasiadas cosas; ilusiones, proyectos, besos, abrazos y caricias de otros seres que les llenaron de ternura. Amor, desamor, volver a empezar, una segunda oportunidad, historias que se repiten.
Ella había recorrido muchos kilómetros y muchas pieles buscando su modelo de hombre y de felicidad. Sin duda había conocido mucha gente y muchos paisajes, pero no acababa de encontrar lo que buscaba.
Él se había refugiado en su torre de marfil y confundía la realidad con el deseo. En ocasiones se imaginaba haciendo el amor con las mujeres que había amado o deseado. Eran amores crepusculares como correspondía a su edad y a la de la mayoría de sus adoradas. Sobraban canas, arrugas, flacidez, kilos de más, caries, alopecias, desencanto y disfunciones diversas. Estos encuentros no eran actos de amor para liberar tensiones, construir un futuro o dar vida. Eran actos de amor para aliviar soledades y para huir de la muerte. Para conseguirlo no servía la caridad, ni el amor mercenario.